1. La mesa de la oración.
Para comprender y entender la voluntad de Dios
en nuestra vida. ¿Qué querrá el Señor de mí?
2. El destornillador del perdón.
Para aflojar situaciones tensas y, por lo tanto,
al igual que Jesús Maestro ofrecer el perdón sin exigir
nada a cambio.
3. La sierra de la confesión.
Para cortar con todo lo que nos separa del amor de Dios.
Para apartar de nuestro lado aquellas actitudes que no
nos permiten vivir como hijos de Dios y por lo tanto
para permitir que Dios vuelva a recuperar la noble
madera que tenemos en el corazón.
4. El martillo de la fe.
Para no desesperar ante un mundo incierto.
Para llegar al fondo de los misterios pascuales.
La fe nos hace comprender que, Dios, es amor
y que lo ofrece gratuita y generosamente.
Sólo nos pide correspondencia y confianza.
5. El metro de la penitencia.
Para marcarnos pequeñas metas que nos inviten
a ponernos en camino saliendo al encuentro del Señor
que sube hacia Jerusalén.
6. El torno de la conversión.
Para moldear nuestra persona, nuestro corazón
y nuestra alma con la fuerza del Espíritu.
Dos grandes enemigos salen a nuestro paso:
el todo vale y el todo da igual.
7. El clavo del amor.
Para volcarnos e incrustarnos de lleno allá donde existe
soledad e incomprensión. Cristo fue sensible a los dramas
de las personas. También nosotros podemos llevar
seguridad a aquellos que nos rodean con un poco de afecto.
8. El cristal de la transparencia.
Para que el Señor y también los demás nos vea
tal y cual somos. Pedro se comprometió a ser fiel
aún a sabiendas de que, su debilidad, podría más
que sus promesas. Ser transparente significa
también ser humilde. Mostrarnos tal y cual somos.
9. Las gafas de la esperanza.
Para ver los acontecimientos del mundo como Dios
mismo los ve. Para ser objetivos en nuestros juicios
y no confundir la falsedad con la verdad, la mediocridad
con la perfección o el interés personal con el bien general.
10. Las tijeras del pecado.
Para podar aquello que sobra en el árbol de nuestra vida
social, política, matrimonial o personal. Vivir con Cristo
conlleva buscar el camino de la perfección para encontrarnos
con Aquel que es imagen de la perfección divina.
11. Los alicates de la palabra de Dios.
Para perfeccionar nuestra vida y, hacer de nuestra existencia,
una búsqueda de su presencia, de su voluntad y de su amor.
12. La llave del corazón.
Para abrirnos sin reservas y sin condiciones ante
un Jesús que nos invita a seguirle, a escucharle
y a ser más y mejores hermanos.
P. Javier Leoz
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